En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y decía: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca.» Juan era aquel de quien había escrito el profeta Isaías:
«Voz de uno que grita en el desierto: “Preparad el camino para el Señor, haced derechas sus sendas.”
Yo os bautizo con agua para arrepentimiento. Pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, y ni siquiera merezco llevarle las sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Tiene el rastrillo en la mano y limpiará su era, recogiendo el trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará con fuego que nunca se apagará.»
Mat 3:1-3, 11-12
Escucha las pisadas; escucha, alguien viene, escucha las pisadas.
Silencio, espera, parece que dice algo, ¿una buena noticia?
Calla! Sólo un momento; parece que trae un anuncio de paz.
No oigo, ¿qué dice? dice algo de un gozo, una alegría, no sé qué de la salvación…
Mira, no me estoy enterando de nada con tanto ruido…
¿Quién grita? ¿Por qué no calla?
¡¿Es que no oís las pisadas? No os dáis cuenta de que alguien viene?!
— Grita el pueblo que sufre, clama el pueblo que espera, ¿es que no te das cuenta?
— ¿Entonces qué haremos? ¿cómo escucharán si no dejan de clamar los que sufren?
— Súbete a un alto monte, portador de buenas nuevas; levanta con fuerza tu voz, levánta, no temas. Y di:
Aquí está vuestro Dios.
No llorarás más. Ciertamente se apiadará de ti a la voz de tu clamor;
cuando la oiga, Él te responderá.
Escucha las pisadas; escucha, alguien viene, escucha las pisadas.
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas!
Pastor Jonathan Navarro